3.- NIEBLA, LA DISPUTADA

Ibamos camino de la aldea del Rocío pero la idea de desviarnos a Niebla surgió de repente conquistándonos inmediatamente no sé si por su nombre sugerente o por el lícito deseo de profundizar en el conocimiento de la tierra e historia onubenses como si de una estrella de cine se tratase. Nada más llegar, se percibe la relevancia de esta antigua ciudad, llamada entonces Ilipla o Elepla, protegida por una alta muralla, rojiza como las tierras del rio Tinto. De su importancia nos habla no sólo la monumentalidad de su muralla -dos kilómetros de longitud-, árabe sobre restos tartésios, sino tambien los distintos pueblos que lucharon por conquistarla  (fenicios, romanos, visigodos, musulmanes, normandos o cristianos). Una de estas conquistas dio nombre a la puerta del Buey. Ocurrió cuando  el rey Alfonso X el Sabio puso sitio a la ciudad que estaba dominada por el moro Aben Mahfot. Éste, a punto de claudicar, con sus súbditos acuciados por el hambre, hizo el gambito del buey: por la puerta de la muralla frente a las huestes cristianas, hizo salir un buey al que había mandado cebar con el fin de hacer creer a los sitiadores que aún disponía de alimentos suficientes para resistir el asedio. Alfonso X no cayó en  el engaño y el moro acabó por rendirse.

También se dice que aquí fue la primera vez que se usó pólvora en occidente.

Era el verano de 1257 cuando Alfonso X preparaba la conquista de  Libla, sucedió que una plaga de insectos hizo mella en los soldados de Castilla -los que no enfermaban huían a bandadas- por lo que el rey, aconsejado por dos sabios frailes dominicos, que afirmaron que el origen de los males eran las moscas, ofreció dos torneses (monedas de plata) por cada almud de dichos insectos. Fue tanta la prisa que se dio la gente menuda del ejército que, en breve, llenaron dos silos pegados a la muralla y pudieron reanudar el asedio.

Traspasada la muralla por la puerta del Socorro -una de las cinco con que cuenta la muralla-, accedimos a una serena placita rodeada de las relucientes paredes blancas de las casas y presidida por la torre color ocre rojizo de una iglesia. Esta iglesia, construída sobre los muros de una antigua mezquita, está dedicada a Santa María de la Granada. Cuenta la historia que la Virgen se apareció a un fraile de los Caballeros de Santiago manifestándole que su rey, Fernando el Santo, sería el vencedor de la batalla de Niebla, dejándole como muestra una pequeña imágen y una granada. Desde entonces, la Virgen de la Granada es la patrona de varias localidades andaluzas.

Además de elegantes arcos mudéjares se encuentran en esta iglesia interesantes restos visigodos como un sillón episcopal de piedra (transformado en singular confesonario), una pila bautismal o artísticas columnas en las ventanas de la torre.

A través de estrechas calles empedradas, limpias y silenciosas, flanqueadas por bajas casas encaladas, llegamos a la fortaleza de los Guzmanes. Estos nobles, cuya estirpe desciende directamente de Guzmán el Bueno, cuidaron, conservaron y restauraron su castillo a través de los siglos y de las muchas vicisitudes a las que sobrevivió -incluido el terremoro de Lisboa-. Sin embargo, no fue la robustez de sus muros ni la altura de sus torres, con ser éstos dignos de admiración, lo que me causó mayor impresión sino sus mazmorras; y no por su lugubrez, que es lo que se espera, sino por su contenido.

Máquinas de tortura diseñadas por unos seres humanos para anular física y mentalmente a otros seres humanos. Puede parece inconcebible que una mente humana pueda llegar a tal nivel de sadismo como para imaginar y llevar a cabo lo que más daño puede hacer a otro ser humano. Las infernales máquinas de tortura encontradas en estas mazmorras... son de difícil descripción, por lo inimaginables para una mente sana: "La mordaza o babero de hierro", "Látigo de cadenas", "El suplicio del agua", "La cuna de Judas" (empalamiento), "el potro en escalera" (para desmembrar)..

Esta foto puede resultar desagradable de ver

Cuando subí a la superficie y abandonamos el castillo tenía la convicción de que no me sería posible conciliar el sueño esa noche, ello a pesar del reconfortante sentimiento de que al menos este nuestro mundo, tan imperfecto, es mejor que el mundo de "antes"; habíamos mejorado.

Y, además, la aldea del Rocío nos estaba esperando!!

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