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Estaban delante de nosotros. Pero una muralla de casi dos kilómetros protegía el recinto. Sin embargo, no era necesario traspasarla para darse cuenta de que allí se guardaba algo extraordinario: Torres multicolores y doradas asomaban por entre otras construcciones con tejados superpuestos en el más exquisito estilo tailandés. Esa visión recrea aquél sueño infantil: en la dulcería, camino de la escuela, con su cara pegada al cristal, contemplando con ensimismamiento las doradas campanas de rico suflé, y las tartas de cumpleaños con casas de chocolate y árboles de caramelo y flores de colores. Aquella colorista y brillante ciudad podría parecer éso, un dulce; un exquisito dulce para la vista y para el espíritu; resplandeciente, variado, apetitoso; impecable, como recién hecho. 
-El autoproclamado rey de Siam, Phra Chao Tak, general de origen chino que expulsara a los invasores birmanos, fue asesinado por su lugarteniente, Chao Phya Shakri, que se hizo con el poder convirtiéndose en el rey Rama I -Juan no sonreía cuando relataba hechos históricos-. Esto ocurría en 1782. Fue él quien trasladó la capital de Thon Buri a Bangkok y mandó construir el Gran Palacio como residencia real y el templo del Buda Esmeralda, el Wat Phra Kaeo.
Pasamos al interior del recinto amurallado. Agradecí mentalmente a Juan que se hubiese preocupado por mi calzado: la policía de la entrada estaba, en aquel momento, expulsando a un grupo de turistas por vestir pantalones cortos, y ellas calzar sandalias.
Hay cosas que son inenarrables, y describir fielmente las bellezas de aquél lugar es una batalla perdida de antemano. Allí están representadas, sin escatimar, todas las artes decorativas imaginables adornando edificaciones que por su propia estructura, característica de Tailandia, son, en sí, un adorno.
Las construcciones que conforman el templo, aparecen distribuidas en terrazas. Nada más entrar a la terraza superior, destaca por su belleza el mondop, espacio destinado a biblioteca en donde se guardan las escrituras budistas. Es de los más bonitos: la fachada y las doradas columnas que lo rodean –de unos 15m de alto- tienen incrustaciones de pequeños cristales y espejos de colores resplandecientes, impolutos; como recién salidos de fábrica. Los esmaltes verdes, la porcelana y el nácar taraceados, recubren la fachada atiborrando los sentidos con tanto esplendor sin medida. El tejado se eleva en varios pisos sobre recovecos dorados, cada vez de menor tamaño, hasta terminar en un pico que mira al cielo.
También en la terraza superior se encuentra uno de los monumentos más importantes de todos los templos, el chedi, destinado a guardar una reliquia de Buda; allí se custodia el esternón expuesto a la veneración de los fieles. Este chedi es como una gigantesca campana. Su exterior de oro mate, no resulta ostentoso ni deslumbrante; absorbe los rayos del sol quitándoles su cegadora agresividad, convirtiéndolos en un aura envolvente, como el halo de luz que deja una bombilla en el instante de apagarse.
Dentro del mismo recinto hay otras edificaciones perfectamente conservadas con ricas decoraciones doradas y figuras representando distintas criaturas mitológicas: garudas, mitad hombre mitad ave; apsonis, mitad mujer mitad león; nagas o serpientes, y cho fas; éstas, más estilizadas que las garudas, adornan las esquinas y picos de los tejados como si quisieran elevar el templo y llevárselo volando. Otros chedis, también dorados, son sostenidos en su base por vistosas figuras ramakien, las de los demonios y los monos del drama de Rama, con sus pavorosas máscaras y coloridos y estrafalarios trajes. La factura es tan perfecta y delicada que podrían compararse a exquisitas joyas en un país de gigantes. Pero el bot es el monumento más sobresaliente. En el bot se encuentra la imágen de Buda má veverada de toda tailandia: el Buda Esmeralda.
9. Breve historia del Buda Esmeralda
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