Con un ojo puesto en los pares de negras y aguzadas orejas asomadas a la superficie del Selinda,
pertenecientes a otras tantas negras cabezas de alertados hipopótamos, pendientes de medir la distancia que nos separaba de ellos, pudimos contemplar esta feliz familia de jirafas cuyos componentes iban surgiendo, sucesivamente, como las matrioskas: fijada la vista en una, surgía otra.
El feliz padre de familia. Detrás el menor de sus vástagos (lo verás al pinchar la foto)
Y como no hay dos sin tres, pues tampoco tres sin cuatro.
Y aún había más.
Pero... La Naturaleza es...