Las trece horas que dura el viaje a Bangkok las hicimos durmiendo -con la comodidad, relativa, que ofrece la clase bussiness de las aerolíneas; en aquella ocasión la Thai-; por lo que llegamos a Bangkok bastante descansados.
A la salida del aeropuerto nos esperaba la más amplia, fiel e imperturbable de las sonrisas: la de Juan, nuestro guía en Bangkok. Juan no sería nada sin su sonrisa: hombre de mediana edad, mediana estatura, delgado, camisa de punto gris claro, pantalón gris oscuro, fino pelo negro lacio con grandes entradas, y ojos negros en forma de raya sobre una piel brillante y macilenta como la mayoría de los naturales del país. Pero la sonrisa de Juan era tranquilizadora y contagiosa, y lo más importante: poseía una sonrisa interior inacabable que nos acompañó durante todos los días que permanecimos en la capital.
2. Bangkok ¿hotel de lujo o un lujo de hotel?.