Todavía nos esperaba una sorpresa más antes de abandonar el recinto del Gran Palacio: la Galería Ramakien. Una serie de 178 paneles que relatan, mediante pinturas murales, la leyenda de Rama: el triunfo del Bien representado por el héroe, el rey Rama, sobre el Mal, el rey-demonio de Longka, Tosakan.
Resultaba delicioso reconocer todo el drama a través de aquellas detallistas pinturas del siglo XVlll hechas con tanta minuciosidad.
-No podrá verlas todas –me advirtió Juan-; están a lo largo de toda la muralla. Necesitaría todo el día y no habría terminado.
Aquella muralla, de casi dos kilómetros, ¡cubierta por tan deliciosas pinturas…! ¡Qué lujo verlas con calma! Comprendí que no podría ser en aquél momento y seguí al guía camino del Gran Palacio.
No me pareció muy interesante. Estaba a años luz de la brillantez del Wat Phra Kaeo.
Sí, me llamaron la atención unas estructuras muy coloridas, distintas a las del Wat, cubiertas de trozos de porcelana formando todo tipo de filigranas.
-Les llamamos de “los platos rotos” -dijo Juan-, fueron hechas a partir de cargamentos de vajillas que traían los barcos de China para las familias poderosas, y llegaron rotas.
Más tarde, volví a ver ese tipo de decoración en otros lugares.
11. Wat Pho, templo del Buda yacente.
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