Desde Male, la capital de Maldivas, hasta Lhaviyani el hidroavión sobrevuela algunos de los atolones.
En ellos hay islas deshabitadas o con pequeños poblados maldivos pero la gran mayoría están ocupadas por hoteles.
Amerizaje en la isla de KANUHURA, nuestro destino en el atolón Lhaviyani.
Un sólo hotel ocupa la isla...
cuyo personal recibe a los huéspedes en el momento de la llegada con una vistosa pancarta de bienvenida.
Entre ellos te espera el mayordomo, esa imprescindible figura que será el conseguidor de todo aquello que no habías previsto al contratar la estancia y se te va ocurriendo sobre la marcha.
La playa que nos recibe está así de solitaria.
La temperatura es fantástica y se mantiene alrededor de los 24ºC. día y noche. Ahora es febrero pero es constante a lo largo del año.
El centro de la isla está cubierto por una frondosa vegetación tropical que surge de la misma arena blanca y fina, de coral, de las playas que bordean la isla.
Y así de acogedora es el agua de la playa donde está situada nuestra villa. Puedes entrar y salir cuantas veces quieras que no notarás diferencia de temperatura.
La villa es muy bonita, con un estilo naif encantador...
...y su pequeña piscina en la misma playa.
Unos cuantos pasos más y...
...y estás en la laguna, en pleno océano índico, dándote un baño.
Te gustaría que los peces vinieran a nadar contigo, pero tienen la costumbre de quedarse en el arrecife de coral, unos metros más allá..
Habrá que hacerse con un equipo y acercarse hasta allí.
Bien, en otro momento.
Para ser el primer día me conformo con estos cangrejos timoratos que, a la mínima, se esconden en sus caparazones...
...En cambio éste permanece quieto permitiendo que le observemos a placer.
O este murciélago de la fruta que...
... que desde la bañera descubro entre los árboles que sobresalen más allá de la pared de la ducha, está poniéndose a morir con las piñas maduras.
Mientras tanto, Latheef, el más eficiente de los mayordomos, se ocupa del más mínimo detalle para que nuestros días en Maldivas sean inolvidables.
Y lo fueron.
Millón de gracias, Latheef!
Puesta de sol desde la playa de la villa.
Este primer día, después de un viaje agotador por Sri Lanka (desde Colombo, su capital, hay vuelos frecuentes a Male. Ahora también los hay directos desde Singapur o Dubai), fue una especie de bálsamo.
La cena bajo las estrellas en el porche de la villa, junto a la piscina, una excelente idea. La pizza de Bottega, un capriccio.
Este lugar, Kanuhura, es un auténtico relax.
Imagino que como esta isla habrá muchas en los demás atolones que conforman este país de Maldivas.
No es de extrañar que el tan adinerado rey de Arabia Saudí quisiera comprarse una. La transacción no salió como él hubiera querido ya que aunque el gobierno estuvo de acuerdo en vendérsela el pueblo maldivo, celoso de su "tierra", se manifestó en contra enérgicamnete por lo que el asunto se quedó en agua de borrajas.
Cervecita a la sombra.
Una de las cosas que más gradable resulta es poder sentirte en casi total soledad en playas tan espectaculares como ésta desde la que se entra directamente ...
...se entra directamente a nuestra villa...!
Aunque por la noche todo cambia. Los restaurantes se llenan de gente (no sólo parejas sino también familias enteras con hijos pequeños), animada, música y excelentes platos de cocina internacional. Pero nada como las gigantescas montañas de marisco del día de San Valentín.
Las islas vecinas se pueden visitar en lancha rápida, en hidroavión si son más lejanas; pero esto es más complicado pues no hacen vuelos nocturnos.
En una pequeña isla del mismo atolón del Kanuhura, se encuentra un restaurante bajo el agua, el 5,8 UNDERSEA RESTAURANTE HURAWALLI.
Nuestro mundo del revés: tú dentro de la pecera sin agua y los peces libres nadando fuera.
Una experiencia gastronómica irrepetible: buena cocina, buen servicio y a 5,8 metros bajo las aguas del Océano Indico!
Aunque el maridaje con champán y una amplia gama de excelentes vinos me sentó mal, volvería a repetir la experiencia; eso sí, sin tanta variedad de caldos.
El mar en Maldivas con todos los tonos de azul imaginables.
Una bonita isla Hurawalli, además del restaurante bajo el agua el hotel tiene bungalows overwater y en la playa.
De vuelta en "casa"...
... donde la puesta de sol es el espectáculo de cada día.
Y amanecemos en alta mar en un prometedor día de pesca a bordo de un Bertrand 31 capitaneado por el excelente capitán Mario Tagliante.
Sito demostrando su pericia, consigue su primera pieza, un atún amarillo, de lo mejor de estos mares.
Nos dábamos por satisfechos con los cuatro atunes y manteníamos en el interior del barco una animada charla de fin de jornada repleta de anécdotas con Mario, el capitán, cuando un pez pesado picó el anzuelo. Era un jack fish, un pez abisal que a Sito le costó trabajo recuperar, pero ahí está.
Descanso del "guerrero"?
Posando satisfecho junto a Keti y la tripulación con las piezas pescadas en esa jornada.
Y en el Bottega nos tomamos uno de los atunes pescados po Sito que el chef, Michele, tuvo la amabilidad de prepararnos en dos formas distintas.
Mil gracias, cheff.
Y así, con estas maravillosas y solitarias playas de Kanuhura, día tras día.
Salida fuera de la laguna para hacer snorkel.: peces del arrecife, rayas, delfines y, a la vuelta...
... y a la vuelta, ya en Kanuhura, acoso fotográfico (del que me arrepiento) de una tortuga baby.
Y en este fantástico lugar al que tan pocos pueden acceder hay cosas, quizá las más importantes, de las que hemos podido disfrutar que allí están al márgen del coste monetario. Y ellas son, como es de suponer, aquellas que tienen que ver con las relacionadas humanas. Empezando por el Spa donde Sito recibió varias sesiones de masajes para aliviar el dolor de cuello y la masajista (siento desconocer su nombre) manifestó que ese tipo de tratamientos no los cobran.
Un cóctel en la playa para ir haciéndonos a la idea de que el PARAÍSO también tiene defectos: NO ES ETERNO.
Hay que regresar a la rutina pero, esta vez, no sin el sentimiento de dejar atrás "mi casa a la que tengo que volver".
La despedida no es triste, porque nos llevamos un gratísimo recuerdo.
Hasta siempre Latheef, atento a cada una de nuestras necesidades . Y qué bien has ido solucionado todo lo que queríamos, del primero al último instante.
Adiós cheff Michaele, siempre pendiente.
Ciao, capitán Mario. Qué ratos tan buenos a bordo del barco. Aquél fue, sin duda, el mejor de todos los días que pasamos en Maldivas.
Gracias a todos. También a los chicos del snorkel y la señorita alemana que lo gestionó (pronuncias perfectamente el español), la masajista del spa, los camareros y camareras, el gestor del recibimiento y despedida en el aeropuerto..., todos habéis contribuido con vuestra sonrisa y buen hacer a que sienta que ahí también está mi casa.
Adiós Kanuhura!
Ciao Maldivas!
Una pequeña isla-corazón.