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Aún no había amanecido y ya las mesas de las terrazas, asomadas al Chao Phraya, estaban dispuestas para el desayuno: blancos y almidonados manteles, búcaros de flores frescas, aparadores bien provistos; y, como siempre, las camareras y camareros solícitos y sonrientes. Pero el elemento fundamental del madrugador decorado no era otro que el propio cauce del río, de aguas azules y tranquilas, por el que navegaba alguna que otra pintoresca barcaza con apenas tres o cuatro personas a bordo. El rastro que dejaban en su perezoso avance, interrumpía momentáneamente los incipientes rayos solares reflejados en la superficie del agua. Dudaba: quedarme allí sentada observando aquella irrepetible estampa de Bangkok, y contentarme con el zumo de naranja que sostenía en la mano, o hacer alguna incursión en el apetitoso y solitario buffet.


           Nos levantamos con pereza (se estaba tan bien allí…)

Camino de Damnernsaduak, en la provincia de Rajchaburi, para ir al mercado flotante, a 100 km de Bangkok.
            Juan contaba que vivía en las afueras, estaba casado pero no tenía hijos. Le resultaba más económico comer fuera de casa como a la mayoría de los tailandeses.

-En Tailandia -decía- la compra se hace cada día ya que en las casas no suele haber frigoríficos ni otros electrodomésticos. Y entre lo caro del transporte y lo que cuesta hacer la comida, resulta más barato comer fuera que hacerla en casa.

-Además, hay puestos de comida por todas partes… –apostilló Alonso.

-Y es muy barata. Yo siempre me paro a comer cerca de donde se encuentre mi trabajo; solamente lo hago en casa los festivos que no tengo trabajo.

-¿Vive en un piso?

-No, no; tengo una casa en las afueras. Las viviendas suelen tener una habitación para los padres y un espacio común para el resto de la familia. La mayoría tiene un negocio familiar en la planta baja y la vivienda en el piso de arriba.

 

El coche circulaba despacio: la carretera estaba en mal estado y se sucedían las desviaciones debido a obras de reparación. Al lado derecho de la carretera unos carteles publicitarios mostraban los rostros sonrientes de dos personajes importantes: el rey Bhumibol y su esposa, la reina Sirikit.

-Cuando yo era pequeña aparecía con frecuencia en las revistas españolas –recordaba haber visto fotografías de Sirikit en el Lecturas que compraba mi madre; me admiraban las joyas que lucía-. Estaba considerada como una de las mujeres más guapas y elegantes del mundo.

-Ahora ya es mayor..., Bhumibol subió al trono en el año 1946 –Juan echaba cuentas- como Rama XI. Sucedió a su hermano que había sido asesinado. Ahora, el poder legislativo lo ejerce el parlamento. Dentro del parlamento están el senado que es elegido por el rey, y la cámara de representantes que la elige el pueblo mediante sufragio universal. El poder ejecutivo lo detecta el rey como jefe de estado mediante el primer ministro, designado por él, y el consejo de ministros.

 

Aprovechando una de las desviaciones de la carretera, fuimos adelantados por una mini furgoneta.

-¿Has visto eso?, –se admiró Alonso- ¡Van como sardinas en lata!

-Los tailandeses somos delgados –Juan se reía de nuestro asombro-; ocupamos poco espacio.  

Pasados unos diez kilómetros, volvimos a verles. Esta vez, el amago de minibús estaba parado. Por el portón trasero empezaron a bajar hombres y mujeres de todas las edades: tres, cuatro, cinco…, nueve, diez…, dieciséis, diecisiete, dieciocho.

 –Si no es más grande que un seiscientos… ¡Es imposible! –no podía creer lo que estaba viendo.
            Era como si los hubiesen metido desinflados. Contamos hasta veinte, las personas que bajaron de aquél carricoche; veinte.
            Les mirábamos reteniendo la risa; sabíamos que nadie nos iba a creer.

16. Mercado Flotante Damnoen Saduak

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