CUBA
La Habana
Tan pecado es que un gallego no haya peregrinado a Santiago de Compostela como que un español no conozca Cuba.
Bien, mamá, ya he ido a La Habana, la ciudad de tus años juveniles. En verdad es hermosa. La arquitectura... no imaginé que sería así, tan alegre y colorida y a la vez elegante, con el máximo de detalles delicados. Por cierto, el edificio Gómez, donde estaba la Pitman School donde estudiaste, lo están restaurando para hacer un hotel de lujo. Bueno, en realidad toda la ciudad está siendo restaurada y no he sentido la pena de los que la conocisteis en sus buenos tiempos y la veíais años después deslucida y desconchada. Sí me entristecía escuchar a los cubanos hablar de su sueldo. Imagínate que un ingeniero agrícola gana más como maletero de un hotel que ejerciendo su carrera: una buena propina de un turista equivale al sueldo de todo un mes. Los coches antiguos que circulan impolutos por las calles y nos parece algo “tan típico y gracioso”, los cuidan como a un bebé; es su medio de vida. (Permitidme, los que viajáis a Cuba, no escatiméis en propinas a los taxistas, a los camareros, a los recepcionistas, a todo aquél que os preste algún buen servicio).
Si hubieses podido venir conmigo, habrías conocido un cayo en el mar Caribe que, dicen, es el más bonito de Cuba, Cayo Largo. Y a ti, que te gustaban tanto las playas y el mundo submarino habrías disfrutado como nunca en dos de las playas más bonitas del mundo.
Gracias Celia por el picnic que nos organizaste en playa Sirena y Paraíso, y por lo bien que salió todo. ¡Eres la mejor relaciones públicas del Cuba! Y un recuerdo para Reinaldo, Osmany, Yusnabi del Meliá Cohiba, “La China" del Paradisus Varadero, y tanta gente linda cuyos nombres no recuerdo, el librero del Sol Cayo Largo, el soumelier de Las Cuevas de Trinidad, los taxistas, los pintores y artesanos de San José y Cienfuegos.
¡Viva Cuba Libre!
Hay dos plazas en La Habana que todos hemos visto fotografiadas infinidad de veces, son el Parque Central, con el Capitolio, el hermoso edificio del Gran Teatro de La Habana (antiguo Centro gallego), suntuosos hoteles hoy remodelados y deliciosas casas de colores (en uno de ellos está el Restaurante Asturiano, muy recomendable). Y, por otro lado, la Plaza de la Revolución, en el Vedado, con la escultura en acero del Che Guevara y el monumento a José Martí.
Dar un paseo en un reluciente coche de los años 50 por el Malecón, llegar al atardecer al Hotel Nacional y tomar un daiquiri en su concurrida terraza, es una buena forma de terminar la tarde.
Empezar el paseo por la Habana Vieja en la Plaza de Armas es una muy buena elección (sobre todo para algunos, como se puede ver)
Si para saborear bien la ciudad de La Habana hay que hacerlo sin prisas, para pasear por la calle Obispo hay que tomarse su tiempo. Desde el principio de la calle, ya te entretienen los puestos de libros de viejo; la arquitectura de los edificios, ya restaurados, te llaman la atención no sólo por su colorido sino por su elegancia; y entre unos y otros te entretienes viendo bailar el son, que interpretan unos músicos callejeros, o escuchando jazz a un grupo que toca en el interior de un café. El interior de la farmacia Taquechel es para dejar boquiabierto a cualquiera, al igual que la Johson. Y, dejando el hotel Ambos Mundos a la izquierda llegas a una de las metas que cómo no, consiste en tomar un refrescante daiquiri en la afamada La Floridita.
En los Antiguos Almacenes San José se pueden encontrar admirables obras de artistas actuales. Es el caso del joven pintor Luís Valdez Sanchez, que posa delante de parte de la obra de su padre. Su madre, que también es marchante (todo queda en familia), se deja retratar orgullosa con algunos de los cuadros pintados por Luís.
Necropolis de Colón, un monumental cementerio con interesantes esculturas, una muestra más del espíritu artístico cubano.
Desde la fortaleza de San Carlos de La Cabaña en el Castillo del Morro se dispara cada noche un cañonazo en recuerdo de los que se hacían, en la época en que era territorio español (la ciudad se protegía de los ataques de ingleses, franceses, holandeses...), para informar a la población de que la cadena que cruzaba la bahía estaba levantada y las puertas de la ciudad cerradas.
El music hall más famoso de América, Tropicana.
Con sus escenarios abiertos al bosque tropical que lo rodea sigue funcionando con aires de entonces que te retrotraen a otros tiempos.
Varadero
La ciudad de Trinidad, fundada en 1514 (aunque hay estudios que afirman que se produjo en 1511 , siendo así la villa más antigua de Cuba) por el adelantado Diego Velázquez, conserva sus plazas y empinadas calles, empedradas con piedras del río, en la tranquilidad de un pueblo lejos del epicentro revolucionario; sólo los centros musicales, la casa de la trova o los músicos callejeros rompen el silencio de su aire sano y limpio.
Península Zapata, Guamá en la Laguna del Tesoro.
Las Terrazas y el río Limón
Cienfuegos, ciudad marinera del mar Caribe, llamada en su fundación en 1819 Fernandina de Jagua y que cambió el nombre, diez años después, por el del gobernador del imperio español en Cuba José Cienfuegos Jovellanos.
Sala de exposiciones de la Plaza Central
Un destacado artista cienfueguero, el pintor Enrique Richard López con uno de sus famosos gallos que, como en otros de sus cuadros, encierra una alegoría y lo acompaña con un poema.
Cayo Largo, con sus playas Sirena, Paraíso..., para dejar pasar el tiempo fuera del tiempo y disfrutar del agua sin límite.
Sol Cayo Largo
Cayo Iguanas y piscina natural en el mar.
En la República Dominicana son famosas las playas con buenos hoteles "todo incluído" como las de Punta Cana, Bávaro, Bayahibe...; muy cómodo, desde luego.
La gente vuelve una y otra vez a estas playas. Quizá porque aquí, en el hotel, te miman como en pocos lugares del mundo: Lyberty, Yaselys, el repostero de la Casa de la Playa, el recepcionista, el mayordomo y todos y cada uno de los camareros y camareras del Iberostar Grand Hotel Bávaro, por ejemplo. Y cómo no, Audris del Catalonia Bayahibe... ¡Sois espectaculares!
Si tuviera que quedarme con un sólo recuerdo de Puerto Rico, me quedaría con los momentos de charla con la gente. Increíblemente afables, cada persona con la que hablas parece que disponga de todo el tiempo del mundo para dedicártelo a ti. Y lo curioso es que tanta amabilidad no te abruma ni te sorprende, es como cuando un familiar, un viejo conocido, te encuentra despúes de largo tiempo sin verte...
Naturalmente que este recuerdo me lo llevaría envuelto en algo tan encantador como el propio sobrenombre de la isla, Isla Encanto, la bioluminiscencia.
Hay en el Caribe una isla con una bahía, que encierra uno de los secretos más sorprendentes del mundo marino. En ella la vida se manifiesta cada noche durante la luna nueva, cuando las estrellas cuajan el cielo y el mar está completamente negro. Cuando te adentras en la bahía a bordo de tu kayak, pequeñas cometas submarinas salen disparadas, zigzagueando, huyendo de la barca en todas direcciones. Y si sumerges la mano en el agua y abres repentinamente los dedos a modo de un pulpo agitado, el agua explota formando un deslumbrante globo de miríadas de puntos brillantes de luz azulada. Pero lo más ensoñador de la magia de esta bahía es cuando derramas un poco de agua marina, la que cabe en la palma de la mano, sobre tus piernas desnudas y ves cómo las gotas se convierten, al contacto con la piel, en resplandecientes diamantes. Desaparecen con la misma rapidez que han surgido, y repites la acción para verlas brillar de nuevo . Y no te cansas de repetirlo porque no acabas de creer que lo que está ocurriendo sea cierto.
Esta bahía se llama Mosquito. Y dicen que de las siete bahías bioluminiscentes que hay en el mundo ésta de la isla Vieques, en Puerto Rico, es la más Bioluminiscente.